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  • Desde hace años disfruto de la poesía, de aquellos poemas que escriben compañerxs, amigxs, esos poetas que sienten en carne propia las injusticias cotidianas, el abuso policial en las venas y tienen la posibilidad de ponerle palabras.
    Aquellxs arriesgadxs que juegan con el trazo, y describen los silencios.
    Hace años que escribo poesía, muchas veces, o quizás la mayoría, del des-amor, como la falta de - o de alguien- esa carencia que se materializa en el papel y queda ahí, hasta que nuevas palabras se encuentran con las carentes y quizás se sienten más acompañadas o menos solas.
    Hace tiempo, que escribo sobre la carencia del amor o la búsqueda de, pero también me he dado cuenta que empecé a escribir sobre otras cosas, más sobre mi cotidiano, mis prácticas como militante y lo que a veces siento cuando un compañerx nos falta o cuando este estado policial nos está matando. No sólo el estado policial nos está matando, sino también nos matan a través de lo que comemos, y hasta nos controlan nuestras más mínimos actos. Pero no quería redundar en eso.
    Hace días que leo a compañerxs, también poetas o aquellxs que naufragan por esos ríos de la escritura, y sentipienso que escribir poesía, es una práctica liberadora, y osaría decir hasta revolucionaria. Quizás las palabras intenten transmitir un poco el momento actual que estamos pasando, intentar ponerle palabras, aunque nos pese, aunque nos duela, no como un deber moral o como un deber ser de lxs poetas, sino como una práctica cotidiana que permita encontrarnos, que permita generar otras voces, otras voces disidentes, que le den voz a lxs olvidadxs, a lxs silenciadxs, a lxs marginadxs y que por sobre todas las cosas, que se escuche nuestros gritos, de rabia, de indignación, de libertad...