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Desde mi viaje a Cuba, que ya hace casi cinco meses, esbocé palabras, algunas las dejé intactas, varios fragmentos desordenados quedaron en el malecón habanero, otros muchos en innumerables recuerdos y alguna canción de Silvio recurrente que revolotea por la casa. No fue necesario dejar nada finalizado, al contrario, todos los fragmentos empiezan hablando de mis días allá, pero ninguno tiene un cierre, como si eso fuera un pretexto para volver una y otra vez. 

Quizás lo más acabado que haya escrito en este último tiempo, hayan sido unos versos sobre Walsh y sobre vos, como si los dos se encontrarán en La Habana y la recorrieran por completo. Seguramente compartirían un café o una cerveza bien fría en plena Habana vieja. Caminarían por Plaza de Armas y de fondo sonaría un son cubano, hojearían los libros de la feria, y a lo mejor, se llevarían varios para su Argentina natal. Luego de eso, se sentarían en un barcito de la Plaza de Armas, allí Rodolfo te comentaría con precisión sobre las reuniones de ANCLA [1] y casi en complicidad sobre sus encuentros fortuitos con el Che. Quizás vos, en en-ensueños, le confesarías elocuentemente sobre aquella vez que te visitó Aznarez, la vez que caminaron juntos por la peatonal cordobesa y ya cuando la noche caía, te regalaría unos versos de Walsh sobre su viaje a Cuba.   

[1] Agencia de Noticias Clandestina.

Plaza de Armas-La Habana-Cuba